La Libra Egipcia (TERCER CUENTO)

Era un día como los demás, el pequeño Habib (que en egipcio significa "amado") se despertó a las 5 de la mañana para abrir el negocio de su padre, una pequeña cafetería típica de la región en una de las principales calles peatonales de la capital.
Debido a la localización del establecimiento, era muy frecuente ver a muchos turistas. Siempre que estos entraban a la cafetería, el padre de Habib les atendía para intentar inflar un poco el precio de las shishas o las tazas de té.
-¡Nunca hables con los turistas Habib!, si entra alguien de fuera ven a buscarme y yo les atiendo entendido? -Sí padre, dijo Habib indiferente.
A eso de las 5 de la tarde, entró un grupo de turistas españoles al local y se sentaron en la mesa del fondo.
Hartos de esperar a que alguien les atendiera, uno de los españoles vio a Habib sentado en una esquina jugando con unas piedras.
-¡Chico! ¡ven aqui! le dijo uno de los turistas al pequeño.
Habib dudoso se acercó a la mesa.
-¿Trabajas aqui? traeme una botella de agua por favor.
-Sí, cuesta una libra. dijo Habib
El turista español le dio la libra, pero antes de que Habib se diera la vuelta para disponerse a servirle la botella, el turista le dijo:
-Oye , toma tres libras más para tí chico, guardalas bien.
Habib no se lo podía creer, estaba eufórico, nunca le habían regalado nada y no cabía en si de felicidad.
Minutos después llegó el padre de Habib que había ido a hacer un par de recados y vio que en la mesa del fondo había unos turistas , y lo peor de todo era que ya estaban atendidos ¿quién les atendió?
-HABIIIIIIIIIIIIIB ! ¿Has atendido tu a esta gente?
-Sí padre, me han dado una libra por una botella de agua.
-¿Solo una libra? ¡Tendría que haberles atendido yo!, ¡son turistas !, ¡te dije que no lo hicieras!
Al pobre Habib no le dio tiempo ni a pedir perdon cuando su padre ya le había propinado un buen bofetón.
Habib en ese momento se dio cuenta de que las cosas nunca cambiarían, pero que no podía dejar que éstas le afectaran, por lo que volvió a su esquina y continuó jugando con las piedras.
Pero esta vez era diferente, estaba feliz porque se había ganado sus primeras tres libras.

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